sábado, 29 de junio de 2013

Mundos Mentales.Prólogo.

El científico pagado por Megacorp preparó las máquinas con las que iba a llevar a cabo su arriesgado experimento. Tenía que hacerlo en un laboratorio clandestino por las posibles represalias, y a él no le hacía mucha gracia tampoco. Habían clonado a un bebé para que fuera el cobaya, ya que en los adultos no tendría éxito. Trataba de justificarse pensando que no estaba vivo, que solo era una sombra de la vida, pero no lo lograba.
Metió al niño dormido dentro de la máquina principal, que estaba conectada a los generadores que proporcionarían la energía necesaria para conectar al bebé con la Mente Global. Eso lo había comprobado mil veces, lo difícil venía después: al entrar en contacto con esa parte oculta en el subconsciente humano podía haber dos reacciones. La deseada era que se estableciera una relación entre el clon y la Mente Global. Entonces, podría transportarse a sí mismo y a otras personas por los distintos estados mentales que componían ese mundo. La otra era más aterradora: el bebé quedaría atrapado allí por completo, sin poder salir al mundo real. Pero lo más preocupante era que podría influir en otras personas, que podría afectar a más seres humanos con su mentalidad infantil. ¿De verdad estaba dispuesto a correr el riesgo? Se obligó a sí mismo a decir que sí, que cuando su carrera progresara ayudaría a la humanidad. Pulsó el botón más grande del panel de control y esperó. Poco después, los rayos pasaron de los generadores a la máquina y esperó que su experimento tuviera éxito.
Después de dos minutos de espera, abrió la compuerta de la máquina y sacó al niño. Este tenía una extraña mirada en sus ahora abiertos ojos que le hizo estremecerse. Se dispuso a realizar las pruebas para comprobar los resultados para dejar de mirarle, pero no tuvo ocasión.
El bebé se le escapó de entre las manos e intentó salir de la habitación andando a una gran velocidad. No pudo reaccionar por la sorpresa:¿qué le había pasado al niño? Quizás hubiera entrado en un estado mental de máxima concentración gracias a sus nuevos poderes y eso le hubiera proporcionado un inusual control sobre su cuerpo. Cuando volvió a mirar, ya había desaparecido.
Se puso a temblar: si a esa edad había sido capaz de esa proeza, ¿qué no haría de adulto? Sin la supervisión adecuada, podría convertirse en una amenaza. Debía avisar al director de Megacorp para que participara en la localización del niño, pero podría ser todavía peor: ese hombre estaba considerado un empresario implacable y cruel que no toleraba el menor fallo. Sí, mejor le localizaría por su cuenta.
Cuando había acabado de decidirlo, recibió un disparo y murió.

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